El séptimo jaque a Ingmar Bergman
JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

Diario INFORMACIÓN de Alicante, 2-8-2007



Hay en la playa un caballero de las Cruzadas jugando al ajedrez con la muerte: esta muerte del medioevo que cubre su cabeza con la capucha y acude puntual a sus citas, armada con guadaña. La imagen no puede ser más poética. Suena a metáfora, pero a un adolescente que asiste a la proyección programada en su colegio se le escapan las metafísicas y le parece, sin más, una escena imposible, cercana –eso sí– a la literatura fantástica. Entretanto, el escudero que acompaña al cruzado parece más terrenal, sobre todo cuando asevera esa certeza de que por más vueltas que nos demos el trasero siempre lo tenemos detrás. Y lo que son las cosas. Aunque el adolescente no entiende nada, esa historia en la que el caballero, de regreso a casa, reta a la muerte al ajedrez para alargar su tiempo, le seduce. Luego, en clase, atiende a un profesor intelectualito que les habla de Ingmar Bergman, el sueco director de la película que acaban de ver.

Cada cual tiene sus preferencias en esto del cine, y entre las mías está “El séptimo sello”, seguramente condicionado por aquella experiencia educativa que combinó tres cosas que me gustaban: algunas noticias sobre la edad media aprendidas en los libros de texto –la peste, por ejemplo–, el ajedrez y la iconografía medieval de la muerte, que a servidor le producía un extraño atractivo estético; sólo que aquí, en la película, no asomaba por debajo de la capucha el cráneo de un esqueleto, que era lo auténtico, sino la cara pálida y nada descarnada del actor. Esa cara blanca daba la talla cuando se hacía pasar por confesor y oía del cruzado la jugada que éste tenía prevista para ganarle. Al volverse hacia el confesado, protagonizaba un momento sublime del metraje: “Lo tendré en cuenta”, avisaba, como si fuera una forma de asegurarle que con la muerte nunca se juega. No sé cuántos jaques le habrá sorteado Bergman a ésta, pero es obvió que a sus 89 años ha esquivado el definitivo con su inmortalidad cinematográfica.