¿Almizra, Almiçra o Almisrá?
JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO [www.joseferrandiz.com]

Diario INFORMACIÓN de Alicante, 25-8-2004

Desde que en 1557 se imprimió en Valencia la primera edición del "Llibre dels Feits", memorias dictadas por Jaime I, con el pomposo título de "Chronica o comentari del Gloriosissim Rey en Jacme, feta e escrita per aquell en sa llengua natural" se impuso entre los cronistas antiguos e historiadores modernos el nombre de Almizra, topónimo de procedencia árabe, para denominar el lugar en el que éste suscribió un pacto de frontera con el que iba para yerno suyo, el infante castellano don Alfonso. En la única copia que se conoce del texto del Tratado, conservada en el Archivo de la Corona de Aragón en Barcelona, se lee "Almiçrano", lo que justifica también el uso de Almiçra, forma que utilizaron en el pasado siglo XX algunos transcriptores catalanes del "Llibre dels Feits" como Ferran Soldevila. No es extraña ninguna de estas soluciones, ya que el fonema árabe "zain" equivale a una zeta silbante, motivo por el que en las conversiones al latín, castellano o catalán es fácil que dé una "z" o una "ç".

No obstante, una nueva contribución del paleógrafo y arabista David Garrido ha venido a ampliar las interpretaciones. Garrido propone el uso de Almisrá –que significa el lugar donde se cultiva y, por extensión, "campo"– por entender que está más acorde con la voz original. En una conferencia pronunciada en febrero de 2004 en Campo de Mirra, editada recientemente con el título "El Tractat d’Almisrá i el seu context històric", y en su colaboración "Almisrá, historia d’un topònim", publicada en el programa de fiestas de agosto de esta misma localidad, realiza un detallado análisis filológico del nombre y explica que la tendencia del latín y catalán medieval a no acentuar las palabras agudas es la que provocó que se perdiera el uso inicial. No obstante, sostiene que es con la acentuación de la última sílaba "como lo pronunciaban los árabes valencianos y así es como lo oyeron Jaime I y los suyos".

David Garrido ha realizado, además, una nueva transcripción latina del documento, noventa y cinco años después de la que publicó el historiador dianense Roque Chabás en su obra "Episcopologio valentino" (1909) Aunque fue Chabás, casi con toda seguridad, quien descubrió la copia del Tratado en el Archivo de la Corona de Aragón en el siglo XIX, la primera transcripción la dio a conocer, en cambio, Andrés Giménez Soler en 1905, en las páginas del Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona.